Desde el tragaluz - fragmentos
Tras
la consulta con el doctor Teruel, Johana se marchó directa a casa. Eran apenas
las seis y media, pero no tenía cuerpo para nada más aquel día. Paseaba sin
prisa, recreándose en la idea de un baño caliente para después sumergirse en su
taller de pintura y perderse entre pinceles, tubos de colores y el lienzo en el
que trabajaba.
El
atardecer sereno se dejaba sentir más cálido cada vez, anunciando tímidamente
la llegada de la primavera.
A
paso lento y despreocupado, tardó unos veinte minutos en llegar a una calle
residencial surcada por chalés a ambos lados y cubierta por una bóveda de
árboles descarnados en espera de sus nuevas hojas.
Fragmento, capítulo 2
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